En recuerdo de Francisco García de Vinuesa Zabala

Francisco García de Vinuesa

Francisco García de Vinuesa Zabala, director del Chaminade (1967-1972)

El 21 de febrero pasado falleció en Santiago de Chile el religioso marianista Francisco García de Vinuesa Zabala, director del Colegio Mayor Universitario Chaminade entre 1967 y 1972.

Había  nacido en Madrid el 4 de agosto de 1937 por lo que tenía 84 años. Estudió en el colegio marianista de Nuestra Señora del Pilar en Madrid, haciendo sus primero votos como religioso en 1954. En 1958 fue destinado al colegio Santa María del Pilar, empezando su trayectoria de educador marianista. Se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid en 1961 y se doctoró en Derecho Canónico en 1969 con una tesis sobre las “Relaciones de la Compañía de María y de la Congregación-Estado” (publicado en 1970 por ediciones SM).

En 1962 fue destinado al Colegio Mayor Pío XII, donde se le encomendó a los marianistas dirigir una sección. En 1967 se incorporó al recién inaugurado Colegio Mayor Universitario Chaminade, del que pasaría a ser director desde el curso 1967-1968 hasta el curso 1971-1972.

En un texto autobiográfico, rememorando su llegada al Chaminade en octubre de 1967, confesaba lo siguiente: “alguna contrariedad tuve con los estudiantes que eran críticos y yo todavía con el molde conservador… Los Colegios Mayores donde estuve me enseñaron a ser Universitario. Abrí mi mentalidad a otras formas de pensar y otras realidades culturales”.

Su interés y dedicación a la juventud universitaria no sólo se circunscribió al Colegio Mayor Chaminade puesto que en 1968 visitó la URSS, Checoslovaquia y Yugoslavia para conocer de primera mano la realidad de esos países, visitando Universidades y conociendo experiencias de residencias universitarias.

Por su parte, José Ángel Góngora, colegial entre 1968 y 1971 y posterior director del Colegio Mayor Empresa Pública, en su aportación al libro conmemorativo del 50º aniversario del Chaminade recordaba esos primeros años de la siguiente manera:

“Resulta sumamente difícil que en una organización concurran al tiempo personalidades de tan excelente nivel, tan diversas y tan complementarias, como en el equipo de dirección del Colegio Mayor Chaminade de aquellos años. A todos sus miembros les caracterizaba su religiosidad y ese sentido de servicio y de entrega, tan propio de los marianistas.

El carisma de su director, Francisco García de Vinuesa, era la pasión con la que ejercía su función. Resultaba una persona cercana y sin dobleces. Su máxima preocupación era que el Colegio Mayor Chaminade fuera un ejemplo y una manifestación de la posibilidad de convergencia entre las convicciones que lo sostenían, la de esa Iglesia que se abría al mundo, y el mundo de los seglares y de los laicos. Cuando me preguntó si el Chaminade era “apostólicamente rentable”, lo hizo sin duda en este marco: por eso le respondí afirmativamente. Esta forma de ser y la seriedad con la que representaba al Colegio en las reuniones oficiales le granjearon un indudable prestigio entre el resto de directores y en la universidad; lo cual favorecía sin duda al Colegio Mayor”.

Francisco García de Vinuesa junto a

Francisco García de Vinuesa junto al cardenal Gabriel Garrone.

Como lúcidamente apuntó el propio García de Vinuesa en el libro conmemorativo del 25º aniversario del Colegio: “el joven Colegio Mayor Chaminade supo vivir sin alardes, pero con dignidad, la búsqueda de la verdad en un clima adverso a la libertad, dialogando con todos. Dejándose atravesar por la palabra, fue haciéndose camino al andar”.

En 1972 sus pasos le llevaron a Chile, donde ha vivido los últimos cincuenta años de su vida, profundamente comprometido con la realidad eclesial, universitaria, pastoral y social del país. Esa vocación universitaria que desplegó durante sus años en el Chaminade fructificó, entre otros ámbitos, en la Residencia Universitaria Cardenal Caro de Santiago de Chile o en la Pastoral Universitaria de la Universidad de Chile.

En todos sus desempeños y en su fecunda vida, fue un “religioso de frontera”, como le ha descrito el marianista Álvaro Lapetra, “un hombre emprendedor, muy inmerso en la pastoral de jóvenes y adultos, acompañante espiritual, con un estilo provocador, propositivo, proponiendo desafíos y siempre desde la coherencia y radicalidad personal”.

Francisco García de Vinuesa en el Colegio Mayor Chaminade junto a

Francisco García de Vinuesa en el Colegio Mayor Chaminade junto a los miembros del Equipo de Dirección. De izquierda a derecha: P. Enrique Torres, P. Francisco Armentia, un miembro de la Administración General de la Compañía de María, Pedro González Blasco, Ángel Gallo y García de Vinuesa.

Por todo ello, además de recordar su figura singular, el Chami quiere agradecerle su entrega apasionada en aquellos primeros años de la vida del Colegio y la profunda y duradera huella que su personalidad nos aportó. Esta personalidad queda reflejada vivamente en el texto que nos remitió para la celebración del 50º aniversario del Colegio y que ahora reproducimos íntegro por su importancia como testimonio y legado de una vida:

“Hace exactamente medio siglo y cuando apenas tenía veintitantos años de edad, recibí la arriesgada misión de fundar un Colegio Mayor Marianista con vocación universitaria de futuro…

Alentado, eso sí, y arropado por un staff de lujo conformado por  seis religiosos, nos pusimos manos a la obra.

No eran tiempos fáciles: con una Universidad en crisis y zarandeada por un sistema sociopolítico decadente, quisimos como miembros vivos de una Iglesia renovada y renovadora por la luz del Concilio Vaticano II, prestar un servicio inteligente a nuestros jóvenes españoles de entonces. 

Nos propusimos brindarles el camino sobrio de la verdad crítica y autocrítica, haciéndoles capaces de ejercer con Justicia su Vocación Universitaria como debe ser: un verdadero Servicio al Pueblo, tantas veces postergado y engañado por ideologías o quimeras.

Chaminade fue un hombre con visión de futuro. No le defraudemos los que 200 años después de su Fundación decimos caminar tras sus huellas.

Por mi parte, a mis casi 80 años de edad, después de haberme gastado y desgastado siguiendo a Jesucristo, a quien amo y en quien creo, espero gozoso en el atardecer de mi peregrinación que me venga a recoger con el abrazo prometido a sus amigos.”