«Tras un placaje, la única opción es levantarse»: anécdotas del equipo femenino de rugby

Desde su inauguración en 1966, en el Chami siempre ha habido lugar para el deporte: fútbol, voleibol, baloncesto... Incluso hockey sobre patines. Pero quizás uno de los que más pasión suscita desde hace más de 50 años es el rugby. Por ello, queremos dedicar los próximos dos artículos de nuestro blog a este deporte y a los dos equipos en el Chami que lo han vivido, jugado y sentido.

 

El curso 2003-2004 en el Chami fue toda una novedad. No era para menos: se trataba del primer curso mixto. En octubre de 2003 desembarcó en el Colegio la primera generación de chicas. Fueron ellas quienes, cual pioneras, tuvieron que alzar la voz y hacer valer su presencia para que el Colegio en su conjunto fuera aceptando paulatinamente el cambio de etapa.

En rugby no fue para menos.

Tras más de cuarenta años de tradición masculina, en 2009 un grupo muy decidido de colegialas fundaba el primer equipo femenino de rugby del Chami. Damián Riera, antiguo colegial y miembro del equipo masculino, recuerda en Historias del Chaminade haber arbitrado alguno de sus primeros partidos, los cuales denomina cariñosamente como “totalmente desastrosos”. Riera llegó a pensar que el equipo no perduraría más allá de ese curso...

Equipo femenino de rugby del Chaminade 2013

El EQUIPO en 2013

Pero, como él mismo reconoce, estaba muy equivocado. Y es que el equipo femenino de rugby del Chami no solo salió adelante, sino que sirvió de inspiración para el surgimiento de otros equipos, así como de una competición de rugby femenino entre colegios mayores.

Para contar esos primeros años, no hay mejor voz que la de sus protagonistas, así que a continuación os dejamos las anécdotas de Eva Ocón y Beatriz Casares.

 

Eva Ocón (talona o “lo que hiciera falta”), primera capitana e impulsora del equipo

Por aquellos años, había aterrizado accidentalmente en el Equipo Universitario de Rugby de Físicas. Digo accidentalmente porque ni había hecho rugby, ni cursaba la carrera de Físicas, ni conocía a nadie que hiciese o hubiera hecho rugby. Mi primer y único contacto con el deporte había sido un montón de tíos en diferentes grados de desnudez sobre las sillas de la cafetería.

Dando un salto en el tiempo, al curso siguiente estaba también federada en Scrum (único club exclusivamente femenino, ahora fusionado y bajo el nombre de Rugby Sanse Scrum), compatibilizando, como otras muchas jugadoras, el rugby universitario y la liga federada.

Si hace un año un partido de rugby tenía el mismo significado para mí que cruzarse con el curling en Teledeporte (¿Cómo se juega? ¿Qué está pasando? ¿PERO QUIÉN VA GANANDO?), ahora disfrutaba cada minuto de mi tiempo libre descubriendo las maravillas de este juego.

Podría intentar explicar por qué el rugby engancha de esta manera y fallaría miserablemente: no hay palabras, tratados o escritos que puedan describir la sensación de compartir campo con unas compañeras que darán hasta el último aliento por ganar el siguiente centímetro de campo, poniendo en ello cada fibra de su cuerpo. Dada mi incapacidad para expresarlo por palabras, me centraré en lo importante: el rugby me aportaba tanto que surgió la siguiente pregunta: ¿por qué mis compañeras del Chaminade no podían disfrutarlo, igual que lo hacía yo? [En la liga universitaria de la Complutense sólo pueden jugar estudiantes de la Universidad Complutense]

Mientras maceraba la idea, los compañeros del equipo masculino, con los que además de deporte, compartía terceros tiempos e incluso algún partido, me animaban a que intentase sacar un equipo en el colegio. ¿Y por qué no?

Llegamos al curso 2009-2010, donde una nota en cartelera y los efluvios del cóctel de bienvenida, dieron como resultado la formación del primer equipo. Se comenzaron los entrenamientos, sin otro objetivo que disfrutar del juego ya que no se nos permitía competir en ninguna liga. Al principio mixtos, sin entrenador fijo e hiciera frío o calor, lluvia o nieve, con material prestado y más ganas que destrezas, acabamos el año con entrenamientos regulares de 12 valientes que se propusieron la creación de una liga de colegios mayores.

Me permito citar la Chamipedia:

«Ni la falta de entrenador, ni la falta de liga, ni de equipos rivales, ni de equipaciones, ni de confianza pudieron con el ánimo del EQUIPO (así, en mayúsculas). El año siguiente los proyectos siguieron...»

Equipo femenino de rugby del Chaminade 2016

El EQUIPO de rugby femenino del Chami en 2016

El curso 2010-2011 tenía un objetivo claro: conseguir la liga. Gracias a un operativo propagandístico que ríete tú de Goebbels, y a todas las personas que creyeron en el proyecto, se consiguió un año de imposibles: surgieron cuatro equipos más en diferentes Colegios Mayores, se hicieron triangulares amistosos—tanto con Colegios Mayores como con otros equipos universitarios—, se jugaron y ganaron los primeros torneos, el seleccionador nacional de rugby (“Yunque”) y varias leonas vinieron a cenar invitados al Chaminade, se realizó una exposición sobre la historia del rugby femenino en España tras acudir a documentarnos a la misma Federación Española…

Todo el arduo trabajo realizado durante este año por simpatizantes y, especialmente, por todas y cada una de las jugadoras, se vio materializado en 2011-2012 con la primera liga femenina de rugby de Colegios Mayores. Pero esto… ya es otra historia.

 

Todas las generaciones de jugadoras en 2016

Todas las generaciones de jugadoras durante la celebración del 50 Aniversario del Chami (2016)

Beatriz Casares (apertura), dos veces co-capitana y entrenadora del equipo en 2015-2016

Yo había jugado al baloncesto desde los 9 años, así que cuando llegué a Madrid lo seguí haciendo estando federada y por supuesto como parte del equipo del Colegio Mayor. Pero algo se cruzó en mi camino desde el primer año de mi llegada que me haría ir cambiando mi pasión baloncestística por algo que va mucho más allá del deporte.

Siendo nueva en el Chami, me pasé un día por cafetería para ver qué era ese terrible alboroto de gente con cervezas bebiendo en un corro. Mientras miraba, alguien desde dentro me preguntó si me unía. Resulta que estaban jugando a pasarse un balón imaginario. Tras invitarme a una cerveza, esa persona que aún no conocía (pero que me iba a hacer uno de los mayores regalos que me han hecho nunca) ya había formulado la pregunta mágica. Así, con una cerveza en la mano, acordé que bajaría a entrenar el martes a las ocho de la tarde con ropa de deporte y muchas ganas.

No sabía nada. La única norma era correr hacia adelante y pasar hacia atrás. Era Eva (“Ocón” en el campo) quien dirigía unos entrenamientos que nos llevaron desde la más absoluta torpeza a creer que podríamos superarla. Y lo intentamos, lo intentamos mucho. Tanto que entrenábamos aunque no hubiese competición, solo por lo que disfrutábamos juntas y por la cerveza de después. Al final de ese curso, el empeño de Eva consiguió un sueño para todas. Se creó la Liga Femenina de Rugby de Colegios Mayores.

En el curso 2011-2012 no es que supiéramos jugar al rugby, pero la pelota ya no nos era ajena, y Eva, que ya nos había enseñado todo lo que sabía, invitó a un entrenador de su equipo federado a conocernos. Le contó que habíamos entrenado de manera regular un año entero sin tener competición, y que teníamos muchas ganas. Y aquí llegó “Panocha” [José Luis Ballesteros] para ayudar a construir con sus propias manos el Rugby Femenino Chaminade, cautivado por un grupo que sin ninguna experiencia quería seguir aprendiendo y cultivando la pasión por el rugby. Y casi desde cero, nos ayudó a crecer juntas.

Equipo femenino de rugby del Chaminade en la final de 2012

Final de 2012. De izquierda a derecha: Miryam Aranzadi, Eva Ocón, María José Lara, Adriana Aguado, Clara Panella, Maya Soto, Ana Casillas, Itxaso García, Diana Palomar, Nora Palomar, Paula Sevillano, Teresa de Juan, Beatriz Casares, María Martínez, Marta Medina, Berta Abad

La competición de ese año terminó con una final que es, para muchas, uno de nuestros mejores recuerdos. La final de una liga que se celebraba por primera vez. Era un día nublado en el que no hacía calor. Nuestras tripas eran un nudo. Y ver el campo del estadio Central no hizo más que apretarlo aún más. Durante el calentamiento empezó a llover, lo cual hizo que el equipo rival, el Colegio Mayor Europa, plantease la posibilidad de aplazar el partido. Impensable. Nada nos frenaría en ese partido. Ni siquiera el granizo primaveral que cayó mientras estábamos en el corro de equipo antes de saltar al campo. Y así, con el campo ligeramente húmedo, el cielo azul abriéndose paso y ruck tras ruck conseguimos el primer ensayo que nos daría la confianza para convertirnos en campeonas en una final para nosotras épica. Las pulseras de la amistad tras la final fueron el broche de oro que certificaba nuestra unión más allá de ese año mágico.

Para algunas, el rugby femenino Chaminade ha sido su trampolín al rugby federado o al rugby universitario; para otras ha sido una red de amistad que se mantiene en el tiempo y que atraviesa generaciones. Para mí, el rugby femenino Chaminade es el lugar donde conocí a gente que de otra forma jamás habría podido conocer; es el lugar donde me sentí más segura en los momentos más difíciles; es el lugar donde descubrí que tras un placaje la única opción es levantarse, porque nunca estás sola. No hay forma de entenderme hoy en día sin la huella que este EQUIPO ha dejado en mí.